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que llegan de...
En territorio Ifugao


Dos es compañía, tres es multitud. Entonces... qué son catorce?Refrán, y reflexión
Entrada comenzada a escribir el 25/1
Puedo describir lo que hemos hecho aquí sólo como demencial. Información para los futuribles en visitar la zona, no lo hagáis obligados por el calendario, venid con tiempo a las Filipinas e informaros antes de salir rumbo Ifugao con un pronóstico de tiempo positivo, aunque las hemos disfrutado enormemente aún bajo estas condiciones, merece la pena venir con buen tiempo. Aquí se llega vía autobús nocturno en el que, como siempre, dispongo mi esterilla en el pasillo y me tumbo a dormir entre risas y miradas extrañadas, mucho mejor que en el asiento mal colocado.
Un poco antes de las seis de la mañana nos plantamos en Banaue con todo el equipo y la ruta ya hecha por Murat, todo más sencillo, café hasta que abrieran de nuevo para que los turcos comprasen los billetes de vuelta (es lo que tiene viajar 13 personas juntas) y en ruta. Bajo la incipiente lluvia nos montamos en el jeepney que nos iba a llevar hasta el punto de inicio del trekking, e incomprensiblemente no hay peleas por sentarse en el techo y disfrutar del viaje y las vistas en condiciones, sólo se me unió Emrah, el alto. 12 kilómetros, digamos unos 30 minutos, aunque muy posible que fuesen más, parece que lo de las carreteras provinciales en este país es común a todos los sitios. Y ahí comienza el preludio del despropósito turista en el que nos estamos viendo envueltos, porque ahora mismo, esto lo estoy escribiendo, antes que Palawan, antes que la llegada del grupo, en la aldea -esa denominación se le queda ajustada, no se si llegará a dar el tamaño requerido, en el medio de la Cordillera, después de 25 kilómetros terrazas de arroz a través. Pero lo que viene siendo la forma de realización de este viaje está siendo increíble. Estoy en la casa de una vieja que en el piso de arriba tiene 5 camas -somos 14, de nuevo cocinando nuestra comida, con nuestro guía de nombre real Rambo. Y hay gente que se queja de esto, si de lo mejor que te puede pasar para guardar de experiencia. Porque el camino en sí con un tiempo decente es un coñazo, pero no complicado, pero bajo la lluvia constante desde hace semanas, soy uno, ellos tienen los días que tienen, y al final no hay opciones para tomar, es muy, muy peligroso, por mucho guía de los cojones que lleves, el tío no va a caminar por ti. Caminando sobre piedras y suelo de plantación mojado al borde de un intervalo que va desde los 2 hasta los 100 o más metros de caída, cosa más que probable, y yo tengo el record: 5 metros pared abajo hacia la muerte o la desgracia física permanente. Como veis, sigo vivo.
Pese a todo esto, la ruta Banaue-Batad-Cambulo-Pula-Banaue es un must en cualquier viaje a las Filipinas. Ver las terrazas recortadas de la montaña donde se lleva cultivando arroz desde hace más de 2000 años es una imagen de ingeniería de supervivencia inigualable, una visión poderosa de cómo el ser humano cuando quiere, puede con todo, de cómo modificar la naturaleza de una forma sostenible y bella; aún hoy en día estas terrazas siguen irrigadas por aquel antiguo sistema de canalizaciones, y aún siguen los habitantes de esa región viviendo de lo que la tierra, y su trabajo, les provee.
Desde Pula, donde comencé a escribir esta entrada, y donde catorce personas dormimos en 4 camas, menos Ömer y yo que nos tocó el suelo -gracias, "amigos"-, partimos al día siguiente de nuevo a Banaue, donde me separaría de los turcos. Un camino sencillo según nuestro guía, claro. Bajo las condiciones atmosféricas se convirtió en una penitencia por caminos embarrados donde la mayor diversión consistía en pelearse por ser el que más veces resbalase y decorar así de un sucio marrón la ropa. En este caso quedé segundo. Y llevar zapatillas de trekking impermeables no sirve de mucho cuando tienes que cruzar dos torrentes crecidos por las incesantes lluvias, todo para llegar al punto de recogida donde nuestro guía debería llamar al jeepney que nos llevase de vuelta, todo muy sencillo si el bastardo no se hubiese olvidado de apuntar el número de teléfono. Por suerte, una de las van que cubren a diario el trayecto Banaue-Bontoc, llena hasta los topes, se apiadó de nosotros y nos recogió no sin antes dejar en el medio de la carretera a media docena de locales. Mientras esperábamos apareció una moto con dos filipinos, uno sin dientes y con una carabina que parecía rescatada de la Segunda Guerra Mundial, seguramente, sería así, dada la violencia con la que este conflicto azotó a las Filipinas, hecho del que poco se habla, hecho que poco se plasma en blockbusters americanos.
Por fin llegamos de nuevo a Banaue, donde me apresuré a buscar alojamiento, y donde el camino me devolvió a la soledad -tranquilizadora- a las seis de la tarde. Una noche en Banaue donde no hice nada más que comprar algo de comida y una botella de vino de arroz -sería imperdonable abandonar la zona sin haberlo probado-, y preparar un bong casero para disfrutar con un libro del otro cultivo local característico, en este caso, nutritivo para la psique. Al día siguiente, tocaba ponerse en ruta hacia Sagada.
21 días después


Time wounds all healersHospital, por Toby Litt
Por dónde empezar en este caso no es una reflexión al aire, está claro que justo después de Manila. Pero relatar una semana en Palawan, algo más en North Luzon, y las idas y venidas se ha convertido en un trabajo largo al que cada vez me apetece menos dedicarle tiempo, pero ahora mismo es algo que sin sobrarme no me da para hacer nada productivo, toca nueva entrada.
Me he dedicado a leer mucho, libros que voy pillando por el camino, donde hay de todo. The brief wondrous life of Oscar Wao, de Junot Díaz, es una maravilla que me encontré en la guesthouse de Sabang, donde sólo hay luz eléctrica de 6 a 10 pm, en un pequeño complejo de cabañas de bambú a la orilla de las rocas, a donde llegas cruzando todo el pueblo, y el pescado a la parrilla está muy bueno. Creo que sobre la mitad del libro la leería a la luz de la linterna, no hay demasiado que hacer allí en Sabang, además del río subterraneo y el jungle trekking que todo el que va allí debería hacer. Sin ser lo más impresionante del mundo, ir hasta el rio a través de la jungla, adentrarse en el mismo, y volver en barca viendo la linea de costa de la isla kárstica te deja con la impresión de haber sido un día muy bien aprovechado. Llegué a Palawan tras los dos días en Manila, ciudad que se está situando entre mis favoritas ahora que la tengo más rodada, con un irlandés de nombre raro y poco más hicimos ese día que encontrar una guesthouse donde pararnos esa noche, ambos nos marchábamos temprano al día siguiente, yo a Sabang, él a El Nido. No fui a esta última, que se supone la perla de Palawan. El tiempo fue una mierda para estar en una isla donde, si no buceas, vas a relajarte en playas tranquilas y aguas calientes. Pero pienso volver a las Filipinas más pronto que tarde, no es caro llegar aquí y si tres personas me siguen, se hace un viaje realmente barato. Sólo es otro cantar. Puerto Princesa es una ciudad amigable, fácil de recorrer, y si estás en Aniceto's Pension, con cocina a tu disposición, wifi y una localización no céntrica -claro que yo tenía la moto- pero en el medio de la realidad filipina. El dorm, llegando cuatro, saldría muy bien de precio.
Sabang merece la pena para pasar dos noches y partir a la siguiente mañana. Un sitio tranquilo, que no llega a ser un paraíso, playa, río subterraneo, playa, y Port Banton o El Nido. O ambas, en cuanto vuelva, porque la isla definitivamente merece la pena, tranquila por ser la más recientemente descubierta como posibilidad turística, la gente aún empieza a ir con cuentagotas.
Lo único que debo reprocharme en las Filipinas, además de la ligereza con el dinero -tampoco es que pudiese haberlo hecho mucho mejor- es que, a pesar de estar alrededor de una semana en Manila -6 noches, ni 5 días- el único barrio que conozco es Malate, pero aprendí a moverme perfectamente en los diversos medios de transporte de la urbe. Y os los voy a explicar. En primer lugar, tanto si viajáis acompañados -sólos también, pero si puedes compartir se convierte en una broma- id siempre en taxi, es sencillamente el más barato que me he encontrado en ningún sitio. Ningún trayecto normal que hagáis subirá el taxímetro por encima de los 120 pesos, dos euros, un regalo. Manila dispone también de un sistema de tren elevado no muy extenso, pero útil especialmente para coger autobuses en la miríada de estaciones -una por compañía- que hay en la ciudad, es eficiente, barato -single, alrededor de 15 PHP- y empieza a funcionar a las 5 am. Y luego los jeepneys. Ni rickshaws, ni tuk-tuks, el jeepney es sin duda el vehículo de transporte con más personalidad de toda Asia, el más caótico sin duda. No funciona como los anteriores, el jeepney es un vehículo de transporte público que cubre una ruta fijada en las diversas pegatinas y plaquitas que pueblan su luna delantera, y la primera vez que os subáis a uno acabaréis en cualquier sitio menos en el que teníais intención de hacerlo, pero merece la pena. Un jeepney cruza varios barrios y cuesta unos míseros 7 PHP, te subes y bajas donde quieres. Y enlazando con la siguiente parada del viaje, os lo ejemplifico. Para ir a Banaue, en Luzón del Norte, región de Ifugao y punto de partida para casi cualquier trekking por las fabulosas terrazas de arroz, hay un bus nocturno de la compañía GV Florida, cuya estación se encuentra en Sampaloc. El precio del trayecto son de 360 a 400 PHP, dependiendo de lo espabilado que uno sea al comprar el billete diciendo que eres estudiante. Para llegar a Sampaloc, bien un jeepney desde Rosario con Taft que viaje por España hacia Quiapo, o montarse en el LRT hasta la estación de Tayuman, desde ahí andar unos 10 minutos. En taxi, nunca más de 100 PHP, ni en hora punta.

Y aquí iría Banaue y el trekking por las terrazas de arroz, y luego Sagada, pero no me apetece ahora mismo, y el trekking se merece una entrada para él solo. Prometo hacer esta mañana, y si sale corta, que no debería, añadirle Sagada.