Guesthouses recomendadas

  • Ideal Pansiyon - Fethiye
  • Your House Guesthouse - Chiang Mai
  • New Siam II - Kao San Road, Bangkok
  • Traete tu tienda - Sri Lanka
  • Oasis Guesthouse - Chinatown, Kuala Lumpur
  • Garden Village - Siam Reap
  • George's Guesthouse (o muchas otras) - Sagada, Mt. Province
  • Uyami's Greenview Lodge - Banaue, Ifugao
  • Blue Bamboo - Sabang, Palawan
  • Aniceto's Pension - Puerto Princesa, Palawan
  • Friendly's Guesthouse - Manila
  • Mountain View Inn - McLeod Ganj, Himachal Pradesh
  • Cosy's Guesthouse - Jodhpur, Rajastán
  • Chitra Khata - Jaipur, Rajastán
  • Shree Palace - Pushkar, Rajastán
  • Valentine Inn - Wadi Musa, Petra
  • Cliff Hostel - Ammán
  • ChillOut Cengo - Beyoglu, Istanbul
  • Mavi Guesthouse - Sultanahmet, Istanbul

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domingo, noviembre 28, 2010

Opciones, futuros, paquetes y demás mierda incomprensible

Describe un círculo, después acarícialo, y se convertirá en un círculo vicioso.
Eugene Ionesco

Como sabréis ya muchos, los últimos minutos del día 3, que resulta ser el próximo viernes, estaré cruzando la puerta de salida del aeropuerto Sabiha Gökçen de Istanbul rumbo de no-vuelta. Se acaba el viaje en su sentido original de dar la vuelta al mundo -nunca se sabe- pero sigue el otro viaje. El importante. Quizás aceptase una empresa demasiado grande, a veces lo siento así, pero he llegado a la conclusión de que está saliendo justo como tenía que salir. Viajar solo era un deseo y se ha convertido casi en una revelación. A casi dos y tres meses respectivamente de salir de casa, creo que tan sólo he viajado sin compañia alrededor de una semana. En Jordania estuve desde que llegué enchufado en uno de los bares culturetas y pijos de la capital, y Petra la recorrí con un alemán -Gabriel- de viaje por Oriente Medio a Alejandría para hacer sus prácticas universitarias y un australiano -Matt- que empezaba un mes y medio de trabajo con la Cruz Roja. Y en la India pasé alrededor de tres semanas con Tanja y Corina y va a hacer ya más de dos que estoy con Fran e Iván. Ha sido un tiempo fantástico en retrospectiva, y es de recibo reconocer que me podría quedar perfectamente uno o dos meses más por aquí -en realidad serían 24 días, mi visado no da para más-, pero en este tiempo he descubierto algo muy importante, y es que yo disfruto mucho más del viaje acompañado. Por eso vuelvo. Toca relajarse, dejar de pasear los 12 kilos de tabla que viven adosados a mi hombro en lugar seguro y planear mi vida a partir de marzo, porque no me voy a quedar quieto aunque no siga el camino de Phileas Fogg. Los planes hasta la fecha incluyen Sri Lanka, Malasia, Filipinas y de uno a tres meses más en la India de nuevo, me ha quedado demasiado que ver, y voy a echar de menos las vacas urbanitas.

De nuevo, andando en círculos.
miércoles, noviembre 24, 2010

Attari/Wagah o la forma más bizarra de cerrar una frontera explosiva

Dios no ha creado fronteras. Mi objetivo es la amistad con el mundo entero.
Mahatma Gandhi, hombre cuyas enseñanzas se han olvidado aquí.

No se cómo me pude olvidar de hablar de esto en la anterior entrada, si lo cierto es que luego de ver el templo fue lo primero que hicimos. Y es algo obligatorio, el cierre diario de la única frontera indo-pakistaní existente es un espectáculo muy interesante, cómico y especialmente bizarro. Todos recodaréis a los Monty Phyton en su maravilloso sketch del Ministerio de los Andares Ridículos. Y si no echadle un vistazo, porque más o menos es lo que pasa.

Desde Amritsar es una visita obligatoria que dura apenas unas horas, con todoterrenos o monovolúmenes que salen hacia allí alrededor de hora y media antes de la ceremonia y regresan una vez terminada, por unas 50 rupias por barba, creo recordar. Y desde la llegada comienza la locura. En el momento que abren la primera verja, los indios empiezan a correr poseidos hacia as gradas, en la típica forma de organización hindú, la marea humana. Los occidentales podemos hacerlo relajados, vamos directamente al palco vip, es lo que tiene ser blanco, te miran como a un alien, pero puedes evitar un digamos 30% de las colas que los locales disfrutan.

La ceremonia es una pura exaltación de nacionalismo anacrónico con música (mucho mejor la del lado pakistaní, por cierto) y gritos de Hindustan! amén de los movimientos mucho más cómicos que marciales de los soldados de ambas fronteras lanzando patadas al aire. Antes de que la ceremonia en sí comenzase, se montó un enorme grupo de mujeres bailando en la carretera, y, en grupos de dos, cogen una bandera india y corren hasta la puerta ondeándola en la cara de los pakistanís. Un par de ellas se tropezaron y calleron rodando alrededor de la bandera un par de metros. Y el speaker que se dedica a llamar a la muchedumbre al griterio es impagable. Me explayaría más, pero no me apetece, así que os dejo unas fotos y videos de tal magno evento. Id, merece la pena contemplar al menos una vez en la vida tamaño despropósito.
martes, noviembre 23, 2010

Tres galegos no Punjab

Nadie muere de hambre en Amritsar, pero se puede pecar de excesos.
Refrán local sikh

Himachal Pradesh, McLeod Ganj, hogar en el exilio del XIVº Dalai Lama, un trozo del Tibet, un remanso de paz con infraestructuras para viajeros, es un sitio al que no venir de paso. Con el Himalaya a la espalda o al frent según hacia donde mires, la vida en esta altitud es un placer. No se cuando nos dirigiremos a la ciudad de Le Corbusier de vuelta al Punjab, cada minuto que pasa es más probable que abandone mi compañia y me quede aqui unos cuantos días más antes deJustificar a ambos lados volver a Turquía. Aún así, se que volveré relativamente pronto a estar dos o tres semanas, a ser posible con otro tipo de compañía -morena de pelo rizo azabache-, y cuando os enseñe fotos y comparta con vosotros más en profundidad las virtudes de este luga, entenderéis el porqué.

Una buena noticia para mis padres. Encontré un master con muy buena pinta, quizás toque año y medio en Austria después de este, pero cuando juntas helicópteros militares, retiros con un chamán, premios Nobel y altas autoridades de la ONU dando charlas, y estudios únicos, hay que valorarlo seriamente. Aunque no deja de guardarme parecidos sospechosos con Los hombres que miraban fijamente a las cabras. Apunte para cinéfilos.

Después de dos días grises en Delhi, cogimos el tren para Amritsar desde Nizamuddin, que tiene pinta de estación viaria de ricos. Dos horas de retraso y porra para adivinar la llegada. Perdió Fran por escasos diez minutos. La ciudad sagrada de los sikh se ve en un día, pero es casi una herejía no quedarse allí una noche. Sólo tiene el Golden Temple, pero no tiene nada que ver con Agra más allá de la majestuosidad de su atracción más famosa, y rivaliza tranquilamente con el Taj Mahal. Pero gracias a ser la "cuna" del sikhismo, el ambiente de la urbe es único. Dado su carácter de filosofía/religión incluyente, los sikhs respetan y tratan por igual a cualquier persona sea del credo que sea. Dormimos en el único lugar que se debe dormir en Amritsar, dentro del propio complejo del Templo Dorado, por la voluntad. Camas cómodas, ambiente espiritual de paz y comunidad. Fue genial entrar y ver que dormía en la habitación donde algún que otro año atrás lo hicieron Murat, Baran, Candas, o algúno de estos, bajo la pegatina símbolo de calidad que muchos vamos repartiendo por el mundo. Yo ya he colocado alguna que otra.
En el Templo Dorado también preparan comida para muchos miles de personas al día. Y gratis. Gente de muchas etnias distintas, paises distintos, religiones enfrentadas se sientan a comer juntos en el suelo, dispuestos en filas sin importar que seas de la casta más baja o un occidental que se puede permitir comer todos los días por la minucia que cuesta aquí la alimentación. Dhal -lentejas a lo indio, lo más común, barato, y rico-, arroz, un curry exquisito y chapatis son repartidos por los sikh sin parar, rellenándo el thali las veces que uno quiera. Todo lo echan de la cazuela al plato sin tocarlo, y lanzándote los chapatis a las manos -tienen que ser las dos-, sin que pueda haber contacto mano-chapati-mano en el proceso.
Lo cierto es que los sikhs son unos tipos curiosos con sus turbantes, barbas larguísimas, físicamente imponentes y el puñal que todos llevan visible. Ahora a los niños se les permiten llevar el cuchillo al colegio desde los siete u ocho años. Pues esta gente tiene una historia y una filosofía a la que le deberíais echar un ojo.


Al día siguiente nos levantamos temprano, ellos más, y nos pusimos en camino a McLeod Ganj, con la intención de estar dos días y mañana hará seis ya. Amritsar-Patankhot-Dharamsala-McLeod Ganj, tres autobuses, ocho horas. Sobre media hora los últimos 10 kilometros montaña arriba desde Dharamsala de noche. Y siguiendo al segundo gancho de guesthouse (Mount View Hostel) que nos vino -resulta ser el encargado- nos fuimos a una que no habíamos mirado que está más que bien, a un precio buenísimo. Y es uno de los sitios de fiesta conocidos de este pueblo de paz, exilio, lucha, negocio y bohemios wannabe, donde ayer me enteré que tienen hasta bolera. Los monjes usan todos unos portátiles de la ostia, y ya he visto a alguno en el facebook añadiendo tibetanas de muy buen ver.
domingo, noviembre 14, 2010

Las cometas de Benarés

Podría vivir perfectamente con una mancha de pis en la alfombra, pero que va tío, más complicaciones.
Mucho Muchacho parafraseando a The Dude


Más de quince días sin actualizar y hoy caen dos. Tengo que pedirme disculpas a mí mismo por la escasa frecuencia de actualización, pero obedece a varias razones. Por un lado, la entrada de Jaipur estaba escrita hace tiempo, pero el Office expiró y no di encontrado hasta ahora un pc donde lo tuviesen instalado. Por otro, los momentos de salud delicada, y la más importante, el odio que me produce tener que escribir en un teclado internacional donde no puedo poner acentos ni ñ sin que me lleve tanto tiempo escribir como copiar y pegar los símbolos característicos de nuestro idioma. Pero aquí estamos de vuelta.

Voy a hacer un pequeño resumen cronológico. Luego de Jaipur -un poco de scroll down y lo leeis- estuve alrededor de seis días en Pushkar, relajándome y empezando la ginkana de enfermedades que he tenido que superar en este tiempo. No voy a hablar de ese pueblecito, queda demasiado atrás ya, pero se lo recomiendo encarecidamente a todo el mundo que visite la India y la zona del Rajastán, para desconectar de las masificaciones de personas, el ruido infernal y la polución cuasi-incapacitante típica del resto de lugares de este enorme país.

De ahí, acompañado ya por Tanja y Corina, y con la seguridad de encontrarnos a nuestra llegada con Dani, Tania y Eliana, nos pusimos rumbo a Varanasi vía Jaipur, un viaje de un día, al estilo hindú. Jamás pensamos que nos quedaríamos en la ciudad de la muerte diecisite largos días. Varanasi es caos, es suciedad, es agobio, es mi ciudad favorita de las que he visitado, sin duda alguna. Supongo que estar más de dos semanas haciendo poco más que sobrevivir ayuda a tener esa impresión. A la ciudad donde confluyen el Varuna y el Assi, bañada, purificada, contaminada por el Ganga, se viene a morir. La casa de Shiva se abre ante tí entre seda, chillum, música y agua. El primer día nos dimos nuestro primer paseo por los ghats -escaleras de baño- donde la ciudad nace y muere, y creo que fue en el tercero cuando cogimos el barco a las 5.30 am para ver el amanecer de la urbe. Varanasi también es una típica ciudad hindú de tráfico horrible y suciedad, y la espiritualidad es, bueno, para la gente que ya viene espiritualizada de casa. La India sólo es un paraiso si te gusta vivir en desolación, pero es infinitamente interesante para visitar, ampliamente disfrutable y cómico, es una experiencia necesaria. La gente lavando sus ropas y las de cuarenta personas más, las lanchas caseras que venden dvds y llevan una televisión alimentada con una bateria de coche, personas de todas las edades rezando y bañándose en el agua bipolar de la madre Ganga, los sadhus y buscavidas, el bostezo de una concentración de cuatro millones de personas, la luz rosácea en el agua, la atmósfera única, las piras funerarias ardiendo las veinticuatro horas, su olor, y las velas dejadas a la deriva. No me gusta ver templos, ni fuertes, ni cosas así. Esto también es turístico, pero es increible. Y cuando todo parecía enderezarse en mi plan de viaje para mi tiempo en el subcontinente -para luego ya lo está- la realidad llegó. Entre problemas de visado por la nueva política hindú, Paul no tenía que arriesgarse a perder uan visa por diez años, y consecuentemente no lo hizo. Tania y Daniel recuperaron su camino original espoleados también por el bajón anímico que genera siempre la burocracia, y las hermanas hacía dos días que habían empezado el calvario que duraría hasta el día que nos marchamos, a doce de noviembre. Las pobres lo pasaron mucho peor que yo, incluido ingreso hospitalario, pero fue un alivio tener gente al lado cuando no puedes con el alma, porque la India no es un país agradable para ponerte realmente enfermo. Las ayudamos mucho, y ellas me ayudaron a mí cuando llegué a 39 de fiebre, llevaba tres días sin dormir realmente y no podía hacer nada más que respirar. Luego vino lo del dedo. No necesito tatuajes, la vida se encarga de irme dejando marcas por el cuerpo de mis viajes. El índice izquierdo se duplicó de tamaño en su última falange, producía un dolor intenso y una incomodidad manifiesta. Ahora, después de ser abierto vía aguja, tijera y bisturí ya ha recuperado su volumen normal, dejando un agujerito de diámetro algo menor al del de un filtro de cigarro que sigue curando lentamente, pero la movilidad y la fuerza todavía se resienten bastante. Después de los planes de viaje fallidos, esta situación me impidió, y lo seguirá haciendo por un tiempo, tomar las clases de tabla que pretendía. Ahora tengo una tabla que pesa más de 12 kilos que transportar conmigo, pero es un sueño cumplido. Dos dvds y el skype de Ravi me permitirán hacerlo de vuelta en Turquía hasta que en época baja decida si todavía me seduce el plan de volver todo el mes de marzo o abril para dedicarlo a tocar algo más que las pelotas. Y de paso, qué os parecería vestiros todos de neohippies? Tenemos que estudiarlo. Pero ahora mismo, al borde de abandonar el país o seguir una semana más, me apetece volver allí en un tiempo y tener un profesor real. Y Ravi es bueno, muy bueno. Y volver a ver cada día, desde la hora de comer hasta la pronta puesta de sol, a los niños creando la imagen fantástica de un cielo repleto de pequeñas cometas. También hay tiendas de bhang legales aprovadas por el gobierno, pero no pude sacar una foto decente; en el primer caso, por la calidad de la cámara, en el segundo, porque vendrían a darme unas ostias.


Y ahora, de vuelta a Delhi y sin ganas ni necesidad de salir a respirar de nuevo Paharganj, todavía no se si mañana aterrizo en Istanbul o me quedo una semana más, me he acostumbrado a acomodarme en las habitaciones de las guesthouses.

Jaipur o cómo estafar a los estafadores

La habilidad es a la astucia lo que la destreza a la estafa.
Chamfort


Llegar a una ciudad a las 11 de la noche debido a que tu tren se ha retrasado media hora en la salida y luego ha ido a derecha e izquierda por la misma vía sin que tú entiendas qué está pasando no es del todo malo. Pero ya os hablé de ese viaje en la anterior entrada. Jaipur Junction 11.30 pm, con Maj y Tina, las dos danesas que viajaban en el mismo vagón de 2nd class, sin información de hostales en la ciudad y la guía en el pc. Nadie tiene idea de nada, así que como buen viajero en la India confiamos ciegamente los unos en los otros para movernos. Sobrevivimos en manada, las individualidades en este país se pagan; en rupias. Ellas tenían un nombre de un hostal en el que se suponía tenían dorm así que enganchamos el primer autorickshaw que nos ofrecen y nos dirigimos allí. La entrada no correspondía a un hostal donde caerte muerto por 80 rupias. Guardia de seguridad, puerta electrónica, mesa de pingpong fuera, ascensor y, lógicamente, no dorm. El conductor nos esperaba fuera, por si no había sitio. Resultó que tampoco había conductor cuando salimos, así que empezamos a andar por las calles desiertas, hasta que encontramos un policía. En este país los agentes de la ley y el soborno son unos de los mejores aliados que puedes tener, el resto de los habitantes les tienen un miedo atroz y siempre responden favorablemente cuando te acercas a ellos bajo su tutela. Al parecer, los estacazos que meten con sus palos de bambú, que combinan eficazmente con subfusiles del mismo tamaño que ellos, son para no olvidar. No pretendo comprobarlo, no es la clase de souvenir que me gusta llevarme de los sitios.


Sentados en la calle tiro de pc para buscar otro hostal, y escogimos el que creo que todo el mundo ve de primeras, uno llamado Pearl Palace que tiene muy buena pinta. La verdad es que estaba muy bien, pero lleno, así que probamos suerte en el de enfrente, donde terminaríamos quedándonos. Situado en la zona tranquila de la ciudad, el ChitraKatha fue un oasis de paz que te demuestra que hay buenas opciones escondidas por poco dinero. Maj fue muy rápida en la negociación por la habitación, esgrimiendo la hora y jugando la carta de mejor más barato que vacío; pretendíamos una doble para ellas y una simple para mí, pero nos enseñaron una habitación con cuatro camas, el mejor baño que he tenido en la India hasta el momento –y creo que hasta el final- e incluso toallas. Si, puede parecer una tontería, pero cuando llegas a un hostal donde te dan toalla sabes que ESE es el sitio, una simple toalla por la cara puede suponer la mayor alegría de la jornada; aunque los conocedores de la Guía del autoestopista galáctico ya deberían saber esto. Y es una verdad absoluta, como la gravedad fuera de una instalación de entrenamiento aeroespacial, donde tienen métodos científicos para reducirla a la mínima expresión, lo cual siempre me ha fascinado. Al final acabamos pagando 200 rupias cada uno por noche, casi la mitad de lo que estaba pagando cualquiera de los otros huéspedes del lugar. Una maravilla de sitio, limpio, tranquilo, staff agradable e incluso wifi. Toallas e internet o el Paraíso.

Pasé tres noches y dos días y medio en la ciudad. Jaipur es la capital del Rajastán, un lugar caótico de 3 millones de habitantes famoso por ser el centro comercial del estado, la ciudad rosa, y las gemscams –estafas de joyas.


El primer día me dirigí a la ciudad vieja, también conocida como la Ciudad Rosa. Uno de los últimos maharajás de Jaipur mandó pintar todas las casas de ese color con motivo de la visita, alrededor del 1800 y muchos, de la Reina de Inglaterra. El rosa es el color de bienvenida. Y bueno, sí, se nota que en algún momento fue rosa, en la actualidad es más de tono salmón oscurecido y desgastado por la costumbre hindú de tenerlo todo lleno de mierda y la extrema polución existente en cualquier centro urbano del país. Pero me sentía bien, misteriosamente recuerdo Jaipur como un sitio ordenado por el que se podía caminar, la impresión de Delhi seguía muy reciente, junto a ese fallido intento de viaje que supuso Lucknow, el sitio al que nunca volveré. Todos los conductores de rickshaw me querían llevar, diciéndome que lo que quería ver estaba muy lejos, 8 kilómetros y cosas así. No lo hacen para sacarte el dinero, por supuesto, es sólo que el método hindú de contar metros y kilómetros es abismalmente distinto al nuestro, 100 metros locales pueden ser 20 o 500 en cualquier otro país, pero nunca serán 100. Me dejan en la AjmerGate, una de las siete puertas de la ciudad antigua, y comienzo a andar, con el vago recuerdo de que el HawaMahal está a la derecha de mi posición. En la siguiente calle principal me encuentran dos indios, bien vestidos, con buen nivel de inglés, se interesan por mí, por conocer cosas de España, y me invitan al primer chai. Hablando surge la oportunidad, siempre por placer, siempre porque es su país y yo soy el invitado. La verdad es que la jugada me salió redonda. Otro amigo suyo, por orden del primero, cuyo trabajo real sigue siendo un misterio para mí, me lleva en moto a ver el templo del dios Hanuman o Monkey Temple, que está hacia las afueras de la ciudad y en rickshaw te cuesta una pasta, así que acepto, me hago el tonto, me dejo ver como una presa fácil de timar. El viaje fue un placer, por primera vez íbamos por carreteras locales con poco tráfico, rodeado de vegetación, sintiendo el viento en la cara. Me dejó conducir la moto un rato, cuando el volumen de la circulación pasó a ser mínimo, sin el peligro de que se te cruce una bicicleta o un camión en el momento menos inesperado. El riesgo de vaca/perro/mono siempre está presente. Tras el templo, entramos de vuelta a Jaipur y le pido que me lleve a ver el HawaMahal, por fuera, ya que dentro no tiene nada y hay que pagar, y lo bonito es la fachada. Tiene un encanto especial, no deja de ser la imagen más conocida de Jaipur, pero tiene un tamaño considerablemente inferior al que me imaginaba. De ahí de vuelta al lugar donde me abordaron, porque me iban a invitar a comer. Cuánta amabilidad, era increíble, en el sentido más literal de la palabra. Y claro, aquí comenzó el proceso de, una vez “ganada” tu confianza, de hablar de joyas. El jefecito me lleva a comer, sorpresa la mía cuando me lleva a casa de su primo, que es un tratante de joyas. Allí poco a poco me ofrecen la posibilidad de hacer mucho dinero, volviendo a España con el billete pagado, sin tener que dar nada de dinero, con dos o tres anillos valorados en 1000 euros –es la primera vez, no puede confiarme material por 20000 euros, como hace con los turistas que ya lo han hecho varias veces. Me enseña las copias de los pasaportes, los documentos que firman conforme a que las joyas son para regalos, no para vender en su tierra de origen y así burlar las aduanas. Por hacer eso, me llevo 600 euros a mi llegada a España más el billete de avión por la cara. Todo suena demasiado bien, perfecto, 600 euros por ponerme dos anillos en los dedos y entregárselos a su representante a mi aterrizaje en el Prat. Nadie da duros a pesetas, tenedlo siempre presente. Hago que me interesa, que tengo que consultar cuando me tengo que ir, comemos y les digo que tengo que ir al hotel para ver mi disponibilidad de fechas. Por aquel tiempo, la opción de volverme era la primera a mucha distancia de la segunda. Y quedamos para las 7.30 pm en la esquina de la calle, donde el fulano de la moto me vendrá a recoger una vez haya hablado con mi familia y sabiendo la fecha, para concretar el negocio. Tengo que reconocer que me lo pensé, todo sonaba bien, pero al final, y muy bien hecho, tiré de intuición y me quedé en el hotel. No me sobra el dinero, sí los problemas. Estar sólo, rodeado de hindús que quieren algo de ti, en su piso, no ofrece sensación de seguridad. Luego supe que el tío se recorrió los cuatro hoteles de la calle preguntando si me hospedaba allí, con cierto aire mosqueado. Que se jodan, el dinero fácil no existe, y yo estaba muy contento habiendo tornado su estafa en mí estafa: un día de sightseeing gratis, comida gratis, y experiencias útiles gratis. Soy muy buen mentiroso, tengo futuro.

Por orden, las instantáneas del templo de Hanuman, Hawa Mahal y Jal Mahal.



El segundo día empezó de manera similar y terminó también igual, con una cerveza y un canuto de una calidad extrema en el cuerpo jugando la carta de “estáfame, soy turista”. Tina seguía enferma y por ello las danesas se quedaron en el hotel otro día más. Reniego del tuk-tuk y me voy hacia la ciudad rosa andando, quería tomarme un lassi en Lassiwala, la Lonely hablaba muy bien del sitio, y la verdad, creo que ha sido el mejor que me he tomado hasta el momento, incluidos los bhanglassi que tienen un gusto horrible y unos efectos más que discutibles. Allí Mohammed, un conductor de rickshaw que se estaba tomando también un lassi, me empezó a hablar sin ánimo de venderme nada y me enseñó su guestbook, lleno de buenas referencias, especialmente de españoles. No tenía que hacer, así que le digo que me lleve a ver el Jal Mahal, elefantes, que me haga un tour, que me fío de lo que he leído. Antes, como siempre, paró a invitarme a un chai. Pero como todo el mundo en este país, tuve que tragar e ir a ver tiendas. La de ropa me gustó, no te presionaban para comprar y me enseñaron todo el proceso de manufactura, tinte, corte y confección. Pero en la siguiente, la de joyas, con un tío joven que hablaba perfecto español y había viajado mucho, el sitio presentaba un aspecto legal, las cosas como son, pero tras todo el paripé de la amistad, el colegueo, la cerveza y el hachís, llegó una venta extremadamente agresiva, asquerosa, violenta. Cogí, cabreado, me levanté, enganché a Mohammed y le dije que me llevase al hotel. Antes le había dicho de tomarnos un lassi que ya no quería, no estaba de humor. Me había llevado a un sitio totalmente desaconsejable, le pagué y me despedí. Y lo iba a recomendar, pero me quitó las ganas. Se disculpó por el sitio, porque nunca habían actuado así y demás, pero llegó tarde. Hubiera sido genial tener un buen conductor en el que confiar a la vuelta pero, en mi caso, no hubo comentario en su libro.

Al día siguiente ya me iba hacia Pushkar compartiendo autobús con una holandesa y una sueca que había conocido en Agra y el azar hizo que también compartiéramos ese maravilloso hostal de Jaipur. Estaba feliz la verdad, la sensación de haber vivido otro día más casi gratis, y el tener wifi y poder usar mi ordenador, y por supuesto, la toalla, hicieron de mis días en la capital rajastaní una grata experiencia. El autobús sale a la una del mediodía desde una estación que es un caos como todas las que hay en esta tierra, pero es barato y son sólo cuatro horas, además de la única manera de llegar al pueblo del templo de Brahma. Pushkar, donde el tiempo se detiene, el bhang te rodea, y los hoteles tienen piscina. De ahí os hablaré en la siguiente entrada, pero tampoco lo aseguro, según me apetezca, porque Jaipur fueron dos días y me cuesta escribir, pero Pushkar han sido seis. Namaste.