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martes, abril 26, 2011

La teoría del caos


Se ha dicho que algo tan pequeño como el batir de las alas de una mariposa puede tener como causa última un tornado en el otro lado del mundo.
La teoría del caos.

Más de un mes ha pasado desde mi última actualización, y bastante más de 30 días desde la última relacionada con el propósito original del blog. Esto se debe tanto a una decisión propia como a la censura que impuso el Parlamento Turco a toda la red Blogspot, esto último debido a una queja formal de DigiTurk (la plataforma de televisión por satélite local) a raíz de la visualización por streaming de partidos de fútbol. Como sabréis los que seguís no mi blog, si no mi vida, hay un agujero importante de lugares a describir entre toda la parafernalia que suelto en este espacio, concretamente Kuala Lumpur y dos tercios de Sri Lanka, el país, no las experiencias. Vendrán, a su debido tiempo, es decir, cuando pueda y quiera.

Soy consecuente con las decisiones que tomo, no me arrepiento de ellas sabiendo que cada puerta que se cierra -cierro- abrirá otras, que el buen camino no es siempre el planeado o imaginado, que la ruta impresa en un papel de American Airlines no significa nada más que un intento fallido de dar la vuelta al mundo y un éxito del autoconocimiento. Hace muchos meses que salí de casa planeando volver algún día, y creo que eso es lo único que no ha cambiado desde entonces, aunque he de reconocer que las ganas de hacerlo han ido disminuyendo cada día que ha pasado, que pasa, y que pasará, eso es un hecho, aunque haga referencia a un tiempo que está por llegar.
Vivo sin ruta, vivo sin rumbo, vivo sin más camino que el que marcan mis pies, mis ideas de bombero y en el que ya nada tiene que ver una cuenta bancaria que no miro por temor a que la realidad se convierta en pesadilla.

La vida me ha enseñado muchas cosas, y una licenciatura en económicas más bien pocas, pero sí dos que merecen la pena ser destacadas: el poder de los incentivos y el coste de oportunidad. De lo más importante que ha grabado a fuego en mi cabeza, y a tinta en mi cuerpo la existencia como tal -no es momento de metafísica a lo Platón o Descartes- es que la felicidad no es una meta, es el camino en sí. Sólo hay un incentivo que realmente me importa, y es el presente. En cuanto al coste de oportunidad, cuando has aprendido a ser consciente de que la felicidad no es algo exógeno, entiendes también que el destino no existe, y que nada es mejorable. Todo lo que pienses que puedes hacer para hacer un momento mejor es simple y llanamente autoengaño, porque en cuanto esa reflexión termine, lo mismo habrá sucedido con ese instante.

Cuando me denegaron el visado de trabajo para Australia y decidí volver a mi infiero/paraíso, lo hice con unas grandes expectativas que se han visto superadas de una forma abrumadora. Y no estoy ganando un duro, las clases no pueden ir mal, porque no van. Aquí me encuentro, pasando la práctica totalidad del día en los bares en los que trabajo a cambio de comida, bebida y compañía en lugar de andar perdido por cualquier rincón del mundo de esos muchos que todavía me intriga descubrir y, sin embargo, soy todo lo feliz que puedo ser ahora, y menos de lo que seré mañana. Algunos sabéis de la dualidad que suponen mis necesidades vitales, mi ansia de dar paseos de una distancia similar a la de la línea del ecuador y mi deseo de no hacerlo solo, de no estar solo, de ser feliz despertándome con alguien que sonría al dormir. Y esa ha sido la recompensa que se me ha dado al dejar de andar esa curva interminable. Lo que cause el batir de las alas de la mariposa me da lo mismo, pero lo que ha causado una idea demasiado ambiciosa es tan bueno como las 4000 islas, los moais, Ushuaia, comer kiwis entre kiwis, o mascar coca entre indígenas bolivianos; el mundo seguirá en su sitio al menos hasta el siguiente tsunami con implicaciones nucleares, en este caso, ella ha resultado estar aquí y ahora.
Lo que quiere venir a explicaros esta situación concreta es que la única decisión acertada es la que tomas, no la que descartas en el proceso. Que el coste de oportunidad para estar contento contigo mismo no existe, que el lamento es un número imposible, y la alegría una constante.

Mi pecho escribe que nada dura para siempre -aunque reza disfruta lo bueno, lo malo pasará- y ella podrá traer el fin marcado -todavía no me lo ha dicho explicitamente-; no me importa la meta, desde que tomé ese Alsa a Madrid, el camino está siendo maravilloso.

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