Guesthouses recomendadas

  • Ideal Pansiyon - Fethiye
  • Your House Guesthouse - Chiang Mai
  • New Siam II - Kao San Road, Bangkok
  • Traete tu tienda - Sri Lanka
  • Oasis Guesthouse - Chinatown, Kuala Lumpur
  • Garden Village - Siam Reap
  • George's Guesthouse (o muchas otras) - Sagada, Mt. Province
  • Uyami's Greenview Lodge - Banaue, Ifugao
  • Blue Bamboo - Sabang, Palawan
  • Aniceto's Pension - Puerto Princesa, Palawan
  • Friendly's Guesthouse - Manila
  • Mountain View Inn - McLeod Ganj, Himachal Pradesh
  • Cosy's Guesthouse - Jodhpur, Rajastán
  • Chitra Khata - Jaipur, Rajastán
  • Shree Palace - Pushkar, Rajastán
  • Valentine Inn - Wadi Musa, Petra
  • Cliff Hostel - Ammán
  • ChillOut Cengo - Beyoglu, Istanbul
  • Mavi Guesthouse - Sultanahmet, Istanbul

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miércoles, febrero 09, 2011

Sagada

Toda necesidad se calma y todo vicio crece con la satisfacción.
Henry F. Amiel

Sagada es famosa por varias cosas: las cuevas, los ataúdes colgantes, Eduardo Masferré, el yogur, y el hachís. De nuevo solo, me levanté temprano para ponerme rumbo a esta tourist trap y poder así llegar a una hora decente, el viaje de Banaue a Sagada no es ni especialmente largo, ni especialmente incómodo, pero si es aconsejable hacerlo cuanto antes y evitarse disgustos en forma de jeepneys inexistentes. La ruta se hace vía Bontoc en dos jeepneys, 150 y 40 pesos respectivamente, y, sin contar el tiempo de espera allí, que puede ir de los dos minutos a las dos horas, no debería sobrepasar las dos horas y media, no dejan de ser dos puntos alejados por unos inconmensurables 67 kilómetros.

Llegué a Sagada sin saber que coincidía mi presencia con las fiestas regionales, estas dedicadas a las diversas etnias originarias de la Cordillera y al etag, tocino curado al humo, muy gallego. La feria en sí es como cualquiera de un pueblucho, sin orquesta, pero con el sempiterno karaoke y concurso de belleza, pero le daba color a la aldea, y hacía que comer de puestecillos fuese sencillísimo, y muy barato. Allí se come muy bien. Hay una oferta muy amplia, típico de esta clase de lugares, y con muy buena relación calidad precio, y hay que destacar tres cosas: el yogur -el de la Yoghourt House está muy bueno, sí, pero me quedo con el del Shamrock Café (que no tiene nada que ver con un bar irlandés), que es más barato e incluye mermerlada-, la lemon pie, que es un pecado, y cuando una tarta entera cuesta menos de tres euros, pecas mucho más de lo recomendable, y el pollo. Porque no tiene el mismo sabor neutro que en el resto del mundo, y eso se debe a la forma típica de matarlo. En Sagada no le cortan el pescuezo, lo muelen a palos hasta que deja de chillar, y así la carne tiene una textura diferente, más densa, más rica. Además imaginar que tu adobo hace unas horas estaba siendo machacado hará al lado sádico que todos teneis sonreir tímidamente. Lo que sorprendentemente escasea es el concepto bar, sólo un garito que abre hasta relativamente tarde -las 12 de la noche- y con música en directo de manera ocasional, amén de ser un buen lugar para hacerte con hachís de manera sencilla, aunque pagas la comodidad a medio euro más por gramo, el Kimchi, donde comí un pork adobo con patatas que ha sido facilmente de los mejores que probé en el país.

De casualidad, cómo todo lo que sucede cuando viajas sin rumbo, me encontré a la pareja Alex - Ashley, un londinense genial y una americana enamoradísima que conocí en Sabang, y con los que hice la excursión por, hasta y de vuelta del río subterráneo. Fue una alegría, es gente muy agradable y, especialmente Alex, es un tío que se ha recorrido el mundo entero, muy campechano y con historias y desventuras para todos los gustos y momentos. Ahora anda por Brasil, resulta que algo le sucedió en Australia y tuvo que largarse a los dos días, pero la parejita ya busca volver a reencontrarse. Vive l'amour de Katmandú.

Pero Sagada, además de ser un lugar extremadamente laid-back, es también un sitio genial para dar paseos y hacer trekking de varias horas por las montañas, entre formaciones de roca kárstica y naturaleza que le dan un aspecto genial al paisaje, y sus famosísimas e impresionantes cuevas, que compiten con los ataúdes por ser la principal atracción de la zona. Tradicionalmente, los habitates de esa región depositan las cajas de sus muertos colgadas de los precipicios, y se pueden ver algunos que datan de hace más de 500 años colgando en el Echo Valley. La otra manera de enviar a los seres queridos al descanso eterno es enterrándolos dentro de una cueva, pero esto sólo está al alcance de las familias tribales más pudientes, teniendo que ofrecer para tal privilegio el sacrificio de varios cerdos y decenas de pollos, ganándose así el derecho otorgado por el barrigudo sacerdote de turno para poder dejar al muerto en la entrada de la Lumiang Cave.

Sagada es un must go de un viaje a las Filipinas, a poder ser al día o dos de llegar, pasar allí dos días y así proveerse para el tiempo restante de andadura por el país. Y eso será lo que hagamos cuando alguno de los que me lee decida dejar la comodidad del sillón y venirse un par de meses conmigo al sudeste asiático. Sólo me quedan tres horas, por fin, para meterme en el bus rumbo al aeropuerto, y de allí a Sri Lanka. De Kuala Lumpur ya os hablaré en el futuro, a la espera de ver en qué condiciones está la infraestructura wi-fi en un país que ha terminado su guerra civil no hace ni dos años.
viernes, enero 21, 2011

La insigne, muy noble y siempre leal ciudad de...


No importa cuan larga sea la procesión, esta siempre terminará en la iglesia.
Proverbio filipino

...Manila. Antes de la hora prevista, tras alrededor de 24 horas de viaje desde que me monté en el Eskisehir Express destino Istanbul, pisé tierra donde nuestros mismos colonizadores lo hicieron siglos antes, en nuestro caso, para seguir estando ahí. Calor típico del sudeste asiático, y con el petate a la espalda, sabía desde un principio que esta llegada primera aproximación a la capital iba a ser muy sencilla, esta vez me lo traía estudiado, lo que no evitó que me clavaran 5 euros por un viaje que debería haber rondado el 1'5. Pero no pasa nada, salvo que las Filipinas es sensiblemente más caro, o caro de cojolnes, comparado con el resto de paises que se situan por esas zonas del globo. También es totalmente diferente, gracias a nuestro antiguo afán de extender las "bondades" del cristianismo a base de cruz -de golpes con ella.

Rumbo a Malate, donde se encuentra el llamado backpacker HQ, pero también la zona de turismo sexual y la extensa comunidad gay de Manila. Allí directo a Friendly's Guesthouse, lo que deberían ser todas, café y te gratis, cocina a tu disposición, muchísimo ambiente y muchas opciones para el mochilero solitario. Es imposible salir de allí sin conocer a gente. Cada viernes, una BYO - BBQ (bring your own meat barbeque) y los sábados, y esto sí ralla lo delirante, vino gratis con comida desde las seis de la tarde hasta que la voracidad de los presentes acabe con ello. Justo enfrente hay otra que también es altamente recomendada, más tranquila, sin vino gratis y con mejores habitaciones -yo, como siempre que puedo, al dorm- de nombre Malate Inn (creo recordar), pero que es imposible de no ver.

Poco os puedo contar de Manila dado que me pasé los dos días que estuve de fiesta y cháchara, pero si unas breves indicaciones. Bajando la calle llegaréis al Robinson's Place, que es un centro comercial gigantesco donde podréis comprar de todo, encontrar todas las marcas que os plazcan, todos los fast food que ansiéis más muchos más, y un supermercado perfecto para utilizar luego la cocina de la guesthouse. El alcohol aquí es más barato que el agua, y un paquete de Marlboro cuesta entre los 33 y los 40 pesos, es decir, de 50 a 60 céntimos de euro. Para comer barato, cosa relativamente complicada en este país -no os penséis que es como España, en comparación con las bondades culinarias de la India o Tailandia, por ejemplo-, un par de consejos. El restaurante/bar justo enfrente a Friendly's tiene la cerveza a precios de risa, y la comida no está mal por el precio. A su lado, un pequeño puesto de hamburguesas donde dos dobles te cuestan 30 pesos saciarán vuestros despertares más hambrientos. Pasad de lo que os digan los de allí y para comer algo más, andad hasta la Remedios Square, que es una glorieta con mucha vida local, y en la calle de la izquiera encontraréis un típico tugurio filipino donde los pinchos a la barbacoa cuestan la mitad que en el que os dirán en la guesthouse, y dos tazones de arroz, uno de lentejas y calamares en su tinta salen por 58 pesos. Y eso es una ganga. Aún así, para comer, este no es el país.

Y poco más, espero resistir la tentación que sobrevendrá mañana a la noche con la llegada de los turcos de irme de fiesta y poder levantarme a una hora decente para dar una vuelta por alguno de los barrios de la ciudad. Pecaré de turista, y me dirigiré a Intramuros y el Fuerte Santiago, habrá que dejar para la siguiente venida el barrio chino con su más que atractivo cementerio. La siguiente entrada, mis desventuras en Palawan.
domingo, enero 09, 2011

De alimentar cuerpo y alma


El amor es tan importante como la comida, pero no alimenta.
Gabriel García-Márquez


Esta va a ser la primera vez que me marche solo; miento, todas las anteriores veces que me marché lo hice solo, así que mejor dicho esta va a ser la primera vez que me marche sin nadie a quién dejar detrás. Y es un sentimiento extraño. Y empiezo a creer tras muchas, diversas y lectivas experiencias y etapas mentalesvitales que todavía no se, y a estas alturas ni sabré vivir sin tener una mujer a la que desear trascendiendo toda contrariedad física y/o social. Y sumando que la intensidad y número de lo dejado atrás ha ido creciendo a lo largo del tiempo de una manera casi cuadrática , se está haciendo todavía más complicado.

Este último tiempo antes de la partida ha sido con diferencia el más débil de todos. Va un mes y cinco días desde que llegué y en cuatro días estaré sentado en la cabina de un avión volando hacia las Filipinas con una compañía aerea "de las buenas", con mantita, almohada y comida vegetariana.

Este adiós de punto y aparte con Turquía sigue sin mostrárseme cono un pensamiento con futuro de convertirse en realidad. Aquí tengo muchas ventajas y, si hiciese de mi estadía algo estable y prolongado, podría llegar a montarme una vida más que decente . Y volverían a pelearse mis dos lados, y tendría que meterme o me meterían sin tener que hacerlo en sus políticas y versus tan llenos de auténtica psicología turca. Y me volverían loco todas las locales, y para su y mi desgracia, perderían en comparación con mi mujer onírica, esa única capaz de darme pesadillas y obtener mis sueños a cambio. Y ella ha pasado. He llegado al punto de poder aceptar a alguien nuevo con el que encantarme al despertar. Pero ella siempre estará a tan sólo 400 kilómetros como mucho, o peor, 5 horas y 8 euros de principios de 2011.
Fue ella; un proyecto de flor con buena disposición desde el documento de identidad hasta las formas, pero las flores de ese tipo jóvenes y faltas de sol se acaban torciendo; la judía -no la planta-, siempre tiene que haber un judío por el medio de toda buena historia; la que da más de lo que recibe, y recibe menos de lo que merece; y las clásicas secundarias que le dan cuerpo y densidad al volúmen, esas que entran por la vista, agradan al tacto y al gusto, no atrapan por el olfato, fracasan al oído, y salen por sentido común.

Toda esta situación me desconcierta porque un mes entre flores, santas y etnias problemáticas me hubiese aplicado el parche que quería. No existe recambio para lo que hay roto aquí por ningún lado.

Creo que me voy a dedicar a la cocina. Y esto lo añado a la larga lista de posibles opciones de futuro que barajo y de la que os voy a dar un pequeño adelanto. Peacemaker, vía estudios extraños en Innsbruck; Behavioural economist, vía estudios en alguna univesidad decente americana, Fruitpicker/Cowboy vía visado de trabajo en Australia; Vividor, vía braguetazo; Vagabundo, vía mi vida actual. Pero volviendo al tema cocina, me gusta verme entre fogones y no se me da del todo mal. Carezco de una inventiva como la de Ferrán Adriá y me alegro por ello, me sale tan bien la tortilla que deconstruirla me parece un atentado, por muy cool que suene. Y la cocina turca más allá del maldito y omnipresente doner kebab se me da de puta madre. Presumo con razón de hacer el mejor menemen de la ciudad y he alcanzado el súmmum con su versión bocadillo con el que deleito a mi conseguidor para evitar que gaste su escaso salario pidiendo comida. He creado, sorprendido por la falta de lógica dulce de la mente turca, el çikolatali gözleme, rellenando la yufka con una mezcla rallada de tres chocolates en la que siempre predomina el negro, y cambiando el clásico acompañamiento de tomate, olivas y pepino por gajos de naranja sin piel con canela y un botón de sirope de chocolate, yogur de avellana -tampoco han pensado nunca en saborizar el yogur y convertirlo en postre- adornado con dos finos gajos de manzana verde y mermelada de algún fruto silvestre de color rojo. También acepto la de fresa. Y por supuesto, en lugar de tomillo sobre el gözleme, menta.