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domingo, enero 09, 2011

De alimentar cuerpo y alma


El amor es tan importante como la comida, pero no alimenta.
Gabriel García-Márquez


Esta va a ser la primera vez que me marche solo; miento, todas las anteriores veces que me marché lo hice solo, así que mejor dicho esta va a ser la primera vez que me marche sin nadie a quién dejar detrás. Y es un sentimiento extraño. Y empiezo a creer tras muchas, diversas y lectivas experiencias y etapas mentalesvitales que todavía no se, y a estas alturas ni sabré vivir sin tener una mujer a la que desear trascendiendo toda contrariedad física y/o social. Y sumando que la intensidad y número de lo dejado atrás ha ido creciendo a lo largo del tiempo de una manera casi cuadrática , se está haciendo todavía más complicado.

Este último tiempo antes de la partida ha sido con diferencia el más débil de todos. Va un mes y cinco días desde que llegué y en cuatro días estaré sentado en la cabina de un avión volando hacia las Filipinas con una compañía aerea "de las buenas", con mantita, almohada y comida vegetariana.

Este adiós de punto y aparte con Turquía sigue sin mostrárseme cono un pensamiento con futuro de convertirse en realidad. Aquí tengo muchas ventajas y, si hiciese de mi estadía algo estable y prolongado, podría llegar a montarme una vida más que decente . Y volverían a pelearse mis dos lados, y tendría que meterme o me meterían sin tener que hacerlo en sus políticas y versus tan llenos de auténtica psicología turca. Y me volverían loco todas las locales, y para su y mi desgracia, perderían en comparación con mi mujer onírica, esa única capaz de darme pesadillas y obtener mis sueños a cambio. Y ella ha pasado. He llegado al punto de poder aceptar a alguien nuevo con el que encantarme al despertar. Pero ella siempre estará a tan sólo 400 kilómetros como mucho, o peor, 5 horas y 8 euros de principios de 2011.
Fue ella; un proyecto de flor con buena disposición desde el documento de identidad hasta las formas, pero las flores de ese tipo jóvenes y faltas de sol se acaban torciendo; la judía -no la planta-, siempre tiene que haber un judío por el medio de toda buena historia; la que da más de lo que recibe, y recibe menos de lo que merece; y las clásicas secundarias que le dan cuerpo y densidad al volúmen, esas que entran por la vista, agradan al tacto y al gusto, no atrapan por el olfato, fracasan al oído, y salen por sentido común.

Toda esta situación me desconcierta porque un mes entre flores, santas y etnias problemáticas me hubiese aplicado el parche que quería. No existe recambio para lo que hay roto aquí por ningún lado.

Creo que me voy a dedicar a la cocina. Y esto lo añado a la larga lista de posibles opciones de futuro que barajo y de la que os voy a dar un pequeño adelanto. Peacemaker, vía estudios extraños en Innsbruck; Behavioural economist, vía estudios en alguna univesidad decente americana, Fruitpicker/Cowboy vía visado de trabajo en Australia; Vividor, vía braguetazo; Vagabundo, vía mi vida actual. Pero volviendo al tema cocina, me gusta verme entre fogones y no se me da del todo mal. Carezco de una inventiva como la de Ferrán Adriá y me alegro por ello, me sale tan bien la tortilla que deconstruirla me parece un atentado, por muy cool que suene. Y la cocina turca más allá del maldito y omnipresente doner kebab se me da de puta madre. Presumo con razón de hacer el mejor menemen de la ciudad y he alcanzado el súmmum con su versión bocadillo con el que deleito a mi conseguidor para evitar que gaste su escaso salario pidiendo comida. He creado, sorprendido por la falta de lógica dulce de la mente turca, el çikolatali gözleme, rellenando la yufka con una mezcla rallada de tres chocolates en la que siempre predomina el negro, y cambiando el clásico acompañamiento de tomate, olivas y pepino por gajos de naranja sin piel con canela y un botón de sirope de chocolate, yogur de avellana -tampoco han pensado nunca en saborizar el yogur y convertirlo en postre- adornado con dos finos gajos de manzana verde y mermelada de algún fruto silvestre de color rojo. También acepto la de fresa. Y por supuesto, en lugar de tomillo sobre el gözleme, menta.

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